Nada hagáis por contienda o vanagloria

    Se define la contienda como “conflicto, lucha o rivalidad” y la Palabra de Dios nos exhorta a que la evitemos a toda costa: “Nada hagáis por contienda”; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo. (Filipenses 2:3).

    La contienda es el ingrediente perfecto para causar estragos en los matrimonios, las iglesias, los negocios y las relaciones humanas. Radica en nuestro ego y nos lleva a compararnos, competir y condenar. La palabra de Dios dice: “Porque donde hay celos y contención (contienda), allí hay “toda obra perversa”. (Santiago 3:16, RV 1960). Para sacar la contienda de tu vida, tienes que identificarla y arrancarla antes de que crezca. “Mirad bien, que” no brote ninguna raíz de amargura que os perturbe y contamine a muchos.

    (Hebreos 12:15). Y Pablo dice: “Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes” (Filipenses 2:2). Para disfrutar de las bendiciones de Dios, tenemos que hacer todo lo que está a nuestro alcance para vivir en armonía los unos con los otros. ¿Es fácil hacerlo? No, pero cuanto antes lo aprendamos, mejor nos irán las cosas.

    Cuando David vio a Goliat, no se paró a considerar las pocas posibilidades de ganar que tenía, ni las opiniones de los demás, sino que “se dio prisa y corrió a la línea de batalla contra el filisteo”. (1 Samuel 17:48). Nosotros también necesitamos reaccionar como David. Cuando Dios te indica que debes poner la otra mejilla o que te lleves la peor parte, saca fuerzas de su gracia y obedece. Si te empeñas en seguir tu programa, acabas haciéndolo en tus fuerzas. Así pues, a) perdona a los que te han herido; b) ora por ellos; c) bendícelos hablando bien de ellos, deseándoles sólo lo mejor.

    Tu compromiso de caminar cada día en amor y perdón (¡en efecto, es un compromiso diario!), va a abrir la puerta a las bendiciones de Dios en tu vida.
volver